Somos los espacios que habitamos.
No es solo una silla, una mesa, y wifi. El entorno de trabajo influye directamente en el estado de ánimo, y esto determina más del 75% de la productividad. Los espacios donde desarrollamos nuestra actividad laboral deben motivarnos e incentivar el compromiso con las tareas cotidianas.
Existen muchos factores que influyen en la calidad de los espacios que habitamos, y cuando se trata de sitios donde necesitamos estar concentrados, ser proactivos y creativos; entonces elementos arquitectónicos como la luz, los colores, y la funcionalidad pasan a ser determinantes.
Durante mucho tiempo estos detalles fueron ignorados o menospreciados en los procesos de diseño de espacios laborales; atrás quedan las oficinas reticuladas, mal ventiladas y rígidas. Hoy sabemos que la luz natural es clave para la reducción del estrés y la asimilación de nuevos conceptos; y que los espacios flexibles invitan a la movilidad, colaboran con procesos de socialización y generan sinergias interpersonales. Las vistas desde nuestro puesto de trabajo intervienen en la evolución de ideas creativas; los colores, los olores, y los sonidos que nos rodean mientras estamos trabajando, dan forma a los pensamientos que emitimos. Finalmente hemos entendido que somos seres receptivos existiendo en espacios que deben responder positivamente a nuestra sensibilidad.
Una oficina, un puesto de trabajo; no ha de ser nunca más, solo una silla, una mesa y buena conexión. Tenemos que procurar habitar espacios activos, flexibles y ergonómicos; sitios que potencien nuestros talentos, que impulsen nuestros esfuerzos y que aniden nuestras metas profesionales.